Este atropello no es solo un insulto a los valores cristianos, sino también una falta de respeto a la identidad histórica y cultural de los Juegos Olímpicos. En lugar de honrar la diversidad y la excelencia atlética, se está utilizando esta plataforma global para promover agendas ideológicas ajenas al deporte.
Los Juegos Olímpicos, símbolo de unidad y excelencia deportiva, han sido totalmente politizados e ideologizados por la izquierda globalista. ¿Cómo llegamos a esto? Drag Queens, personas trans o travestidas parodiando la Última Cena. Esto es París, esto es Francia, ¿estos son los Juegos Olímpicos? ¡Es lamentable! ¿Qué tiene que ver todo esto con el Espíritu Olímpico?
Sin embargo, en medio de esta oscuridad, la luz de Jesús resplandece aún más. Es en estos momentos de desafío que nuestra fe y nuestros valores cristianos se fortalecen. La verdadera esencia de los Juegos Olímpicos debe ser recuperada, enfocándose en el respeto, la competencia justa y la unidad entre las naciones.
Es fundamental que defendamos nuestros principios y exijamos que los Juegos Olímpicos vuelvan a ser un evento que celebre el deporte y la camaradería, no una plataforma para agendas políticas y sociales que distorsionan su verdadero propósito.